Capilla de las Ánimas

tuve el presentimiento que estaría abierta la capilla y comencé a caminar a paso firme por calle teatinos hacia san pablo.

tengo frente a mi la capilla de las ánimas. azul, pequeña, singular.

recuerdo el día que la conocí,

un día que nos juntamos con mi amigo ángel para almorzar. la reunión era justo al frente de la capilla. llovía copiosamente; entramos y en un segundo me sentí transportada a chiloé.

en el piso grandes baldes acumulaban el agua que pasaba a través de la techumbre. envuelta por una gama de azules quedo perpleja al contemplar el altar.

mi mirada recorre el espacio frío y cálido a la vez y se encuentra con aquel detalle singular que hace la diferencia entre este y otros templos de la capital.

en los vitrales laterales se pueden leer nombres de personas que alguna vez estuvieron entre nosotros y por las que hoy se ruega por su descanso eterno.

ahora, en mi segunda visita, me quedo nuevamente atenta a cada detalle, saco mi cámara y parto mi registro en el altar, cuidando que mi presencia no sea molesta para las personas que se encuentran rezando.

hay un señor que está ordenando las flores. me acerco y le pregunto por la historia de la capilla.

me cuenta que en un comienzo fue la capilla castrense, que le parece que junto al edificio rojo que se aprecia en la primera fotografía son monumentos nacionales. en la decada del 50 en el siglo pasado se dedicó este espacio para pedir por las almas del purgatorio.

agradecí su gentileza y partí.

al cruzar el umbral, nuevamente los sonidos de la ciudad me envolvían.

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